En el mes de la madre, es importante resaltar a las grandes mujeres que trabajan y cumplen a cabalidad con su rol de mamás. Tal como son Paola López y Paola Victoriano, dos emprendedoras muy esforzadas que tienen un negocio de confecciones y telas, el cual les ha permitido ser mujeres independientes económicamente. Además, esta pyme les ha dado la posibilidad de conocer las historias de vidas de sus clientas, creando así un espacio agradable para el público y para ellas.
Según un estudio realizado por Fintech, en Chile el 59% de los emprendimientos son liderados por mujeres. Pues ellas ven el emprender como una posibilidad de independencia, de tener una vida más sana, tener la mente ocupada en otras cosas que no sea sus hogares y por supuesto, para tener ingresos extras.
Por lo que ver diversas pymes al mando de mujeres es común en el país y así es el caso de estas dos emprendedoras de Labranza que, con tu taller de confecciones y telas, han podido tener mucha independencia y, sobre todo, el poder combinar sus roles como madres con su trabajo, algo que a ambas les llena de orgullo y energía para enfrentar el día a día.
El taller de confecciones llamado “Beautiful”, está ubicado en la comunidad de Labranza, específicamente en seis poniente #110, villa Los Cerezos y atienden de lunes a viernes desde las 11 de la mañana hasta las 18:00 horas. Ahí ambas tienen una gran cantidad de productos a la venta, tales como telas de diferentes colores y diseños, insumos básicos de costura, ya sea hilos, agujas, cierres y, además, ropa que traen de Santiago, siendo un local muy variado y del gusto de la gente que quizás, no puede ir al centro de la ciudad de Temuco a comprar.
La historia de estas dos grandes mujeres se remonta hace unos cinco o seis años atrás, donde ambas se conocen en uno de los cursos que daba la municipalidad relacionada a las confecciones. Inmediatamente hicieron “match” y comenzaron una linda amistad, la cual las llevó a convertirse en compañeras de trabajo.
La confección se hereda en la familia
Paola Victoriano de 40 años jamás pensó que iba a terminar trabajando en confecciones y telas, y pese que participaba en talleres ligadas a ese mundo, lo veía más que nada como un “hobbie”. Pues ella antes de incorporarse a este rubro tenía otro emprendimiento de venta de huevos y a su vez, ayudaba en la panadería de su hermano.
Su relación con las confecciones nació porque su hija mayor de 23 años, le dijo que quería estudiar Diseño de Modas, algo que Paola veía como una profesión poco rentable: “Yo me quería morir, porque le había pagado los mejores colegios y lo primero que una piensa como mamá cuando la hija quiere estudiar diseño, es que se van a morir de hambre”, recuerda. Sin embargo, luego de meditarlo, la apoyó sin saber que sería ella quien escribiría su destino y la llevaría a formar parte de este rubro que tantas alegrías e independencia le ha entregado.
Por su parte, Paola López de 47 años, recuerda que de muy pequeña trabajó en el comercio, donde conoció a su esposo y con el que formó una familia. Al nacer Valentina, ella se queda en la casa y cuando quiso volver a trabajar, de una cierta manera el tema laboral se convirtió en algo controversial, ya que requería dejar encargada a su hija.
Pasaron alrededor de 10 años, donde tuvo dos hijos más, Benjamín y Joaquín, y después de muchos inconvenientes, decide finalmente quedarse en la casa, por lo que quiso buscar algo que hacer, ya que había estado tan acostumbrada a la independencia económica que no quería perder eso. Fue ahí que recuerda que su mamá –quien falleció- había sido costurera y modista: “Yo creo que la conexión con la costura la hice por ella, quise acercar un poco los recuerdos de infancia a mi vida y eso me llevó a adquirir unas máquinas e iniciar en mi casa. Sin cursos ni capacitaciones, solo recordé lo que veía en mi hogar”.
Por lo que se instaló en su casa y quiso perfeccionar algunas cosas a través de internet y en cursos gratuitos, para terminar con su máquina de coser en la cocina, luego en el comedor y finalmente en una sala en el segundo piso: “Al comienzo uno comienza en una esquinita de la casa con las costuras (…) El hecho de buscar un espacio en el hogar y darte cuenta que incomodabas los espacios de los demás, ya que es algo tuyo y que los demás te digan ‘mamá queremos ver tele, mamá el boche de la máquina’”, recuerda.
Por lo que finalmente decide buscar otro lugar y llegan a trabajar con Paola Victoriano, quien vendía huevos y confort, pues les habilitó un espacio pequeño para que López y Polet pudieran vender sus confecciones. Con el tiempo la hija de Victoriano se va a estudiar Diseño de Modas, por lo que le pide a su mamá que se quede supervisando sus telas y así comienza la complicidad y apoyo mutuo de ambas “Paolas”.
La confección llegó como una terapia
Una vez que Polet parte a la universidad, Paola Victoriano decide poner fin al emprendimiento de los huevos y dedicarse solamente a la panadería e ir de vez en cuando a ver las telas en el negocio que compartía con López.
Sin embargo, su vida dio un giro de 180 grados, cuando se entera al poco tiempo que su marido con el que estuvo casada 18 años y tuvieron tres hijos (Polet, Sebastián y Benjamín) falleciera trágicamente. Siendo un balde de agua fría, ya que se tendría que hacer cargo de su familia.
“Ha sido deambular. Lo primero que hice fue bloquear y sobrevivía, no viví, sobreviví los primeros ocho meses. Me levantaba en las mañanas a trabajar en la panadería y en el rato que podía venía a las telas, trabajaba y trabajaba y mi cerebro solo quería quedar como cansado, llegaba a mi casa y tomaba una once con los niños y me dormía. Al otro día era la misma rutina y lo repetí por ocho meses”, comentó.
Poco a poco la panadería comenzó a ser un agobio y angustia constante, por lo que decide irse definitivamente y seguir con el rubro de las telas. Al respecto mencionó: “Llegar a la confección, sin duda fue una terapia, porque cuando uno hace manualidades o trabaja con la creatividad y todo eso, uno le da otro espacio al cerebro”. Además, dice que recibió mucha ayuda de su compañera y de su hija, quienes se convirtieron en sus maestras y que aún le están enseñando.
Por otra parte, enfatiza en que ahora más que nunca tiene que salir adelante ya que, al fallecer su marido, ella se convirtió en la jefa de hogar. Sin embargo, pese a que tiene que trabajar mucho, ya que tiene a una hija estudiando en la universidad y a otros dos en el colegio, siempre tiene tiempo para sus retoños: “Es súper complicado, porque trato de organizar mi día. Yo me voy a mi casa y hago una planificación diaria. Me levanto, preparo el desayuno y si hay algo que aprendí con el fallecimiento de mi marido es que yo tengo que dedicarles tiempo a mis hijos, que está bien que yo trabaje para nuestro bienestar y todo, pero ellos necesitan de mi”.
Un ambiente laboral que transmite alegría y confianza a sus clientas
Ambas coinciden que trabajar juntas es la mejor parte de todo este proceso, ya que ambas comparten experiencias al ser madres y en apoyarse mutuamente tanto en lo profesional como en la vida privada.
“Con la Pao siento que nos conocemos de toda la vida, no puedo mirar hacia atrás y decir que no estuvo en mi vida. Desde que nos conocimos -donde al comienzo no trabajé con ella, sino con su hija- siempre fue que nos hubiéramos conocido desde siempre, es como la hermana que siempre estuvo ahí. Alegría eternamente, a pesar que hemos sufrido este último tiempo, porque falleció su esposo, siento que nos hemos acompañado y ha sido el estar no más, como amiga y como hermana, una tiene que estar no más”, dice López.
Por su parte, su compañera recalca la empatía y lo solidaria que es López con ella: “Mi compañera es la mejor terapeuta. No es de esas amigas que te dicen ‘no Pao tú estás bien y el resto está mal’, sino que ella me dice ‘chanchi, sabes que esto lo hiciste mal por esto y esto otro, trabájalo y mejóralo, porque o sino repetirás el mismo error’. Entonces cuando tienes una compañera que te dice lo bueno y lo malo y no una que te alaba todo lo que tú quieres, pues ella es la que te ayuda a crecer como persona y eso es la Paola”.
Por lo que esa armonía la transmiten a sus clientas ya que, al ver siempre alegría en el negocio y la cercanía que ellas tienen con todos los que entran a ver sus telas, ha permitido que se convierta en un espacio de desahogo: “Aquí llegan muchas mujeres con historias de vidas que una la escucha y dice que lo que has vivido es una alpargata al lado de las historias de las clientas. Yo le digo a Paola que no sé qué tenemos, porque las señoras piensan que somos psicólogas, pero entran, se desahogan y una las contiene y las asesora con sus temas de la costura”, mencionó Victoriano.
Sus sueños, proyectos y sus roles como madres
Victoriano pese a que ha conectado mucho con el rubro y ha ganado muchas amistades, recalca que no quiere quedarse para siempre en el taller de confecciones y que solo está de paso mientras su hija termina la universidad. En esa misma línea, reconoce que le ha servido para sanar y sobrellevar la pérdida temprana de su marido -el cual cree que está orgullosa de ella-, pero su sueño es estudiar: “Me gustaría estudiar algo relacionado a la psicología o la ayuda social. Así que he estado mirando cursos de dos años, porque me encanta y me he dado cuenta que tengo mucha llegada con las personas”.
Por lo que el taller la ha ayudado a ver cuál es el rumbo que quiere darle a su vida, donde sus hijos están muy orgullosos de ella: “A ellos les encanta que trabaje, pero siempre me voy a acordar de una frase que me dijeron cuando les dije que me iría de la panadería y me voy a vender telas y ellos me dice ‘pero mamá, te vas a morir de hambre si las telas no se venden como el pan (ríe) y pese a que no gano lo mismo que en la panadería, acá he ganado paz, tranquilidad, que siento que estoy aprendiendo cosas nuevas, he ganado una gran compañera de trabajo y una amistad infinita con un montón de clientas, ya que al final haces lazos con ellas. Esto es una fuente de desahogo, este negocio más que vender y confeccionar, ayuda emocionalmente a muchas mujeres”.
Y por su lado, Paola López afirma que este negocio llegó a completar lo que había perdido cuando nacieron sus hijos, que era la independencia económica, pero a su vez, le permitió estar más tiempo con ellos y no perderse nada de lo que ellos hacen: “A mí me gusta y disfruto ser mamá, entonces cuando me vine para acá, siento que la mayor -quien se siente orgullosa de mí- se siente muy empoderada, ya que su mamá también es una mujer empoderada. Y lo otro, los más chicos tienen una visión de una mujer bien independiente y bien mamá. Por lo que esta tienda, si bien es de reparación, de venta de vestuario, de telas o de insumo, tiene siempre un horario limitado, que te permite organizar toda tu vida familiar, siendo un negocio enfocado en desarrollar los dos roles. Ser una mujer independiente y ser mamá”.
Y pese a que es un trabajo desgastante, ella se ve a futuro haciendo clases de costura, recalcando que: “No quiero quedarme con todo lo que aprendí para mí, sino que quiero entregar eso y que otras mujeres siguieran, porque creo que nuestro país también lo necesita. Pues necesita mujeres que fabriquen más, que creamos que somos mujeres chilenas sumamente creativas y que solo necesitamos un empujoncito. Es muy rentable, es uno de los emprendimientos que nunca te falta trabajo y es manejable con el tiempo que es lo mejor”, finalizó.
Actualmente López compró la casa en donde tienen el taller y se encuentra en reparaciones para tener un lugar más amplio, con todas las herramientas necesarias y así atender de una mejor manera a su fiel clientela.