Por Gerardo Hiriart Le Bert
En el Colegio San José, todo giraba alrededor del director, el Hermano Eliodoro (Taco, para los alumnos), el hermano Esteban (Fosforito) que nos daba clase, siempre con las orejas rojas de sabañones. El profesor de canto, el Sr Lucero y muchos que nos daban religión. Quizás el más notable era el hermano Pancho, que nos retaba en francés (“Sabre de boi”, nos decía.).
En el recreo jugábamos en los primitivos patios a las bolitas: Hachita y hoyo y a tirarle el montoncito a la entrada de la capilla. Los patios tenían todos arcos de basquetbol. La pelota era de cascos con un blady que había que llevarlo a inflar a la bomba de bencina y luego amarrarle el pituto con una tira de cuero. Más que jugar en el recreo lo que predominaba era pelearnos entre nosotros (sin más motivo que haberle mojado la oreja al otro). Recuerdo que yo siempre me peleaba con un tal Farfán y que le temíamos a Pedro Pascual, de Quepe, que pegaba muy fuerte. En invierno, era todo muy oscuro, se prendían las luces de la sala de clase. El frío era enorme; yo llevaba una piedra caliente, envuelta en calcetines. Al San José se entraba por Claro Solar, donde atendía la puerta el señor Vinet o el señor Palma, con su acostumbrada bata beige.
El deporte del colegio y de Temuco en general era el básquetbol. En el gimnasio viejo del colegio asistíamos el domingo a ver los partidos, acompañando a mi papá. Los equipos que recuerdo eran, el San José, el Flecha con Mahiocci, Droguett y Lobos, la U Española donde jugaban los Bernedo, Rufino y Ulpiano, el Comercial donde jugaba el potro Berhó.
El colegio se reforzaba con profesores contratados más que nada por ser excelentes deportistas tales como Humberto Moretti, Álvaro Salvadores (y después Luis), ocasionalmente aparecían los Taladriz y algún Aguirre del Lago Budi. Más adelante figuraron campeones como Schneider y Teuber de Gorbea, Etchepare, más algunos santiaguinos como Lomniz. Hasta de los árbitros queda algún recuerdo cuando el doctor Rivas del Canto hacía de Referee así como don Teodoro Ribera.
En los juegos olímpicos de Helsinki de 1952, Chile salió tercero en basquetbol y su figura estrella fue el temuquense Rufino Bernedo al cual designaron como el mejor alero derecho del mundo. Recuerdo ese recibimiento apoteósico en la estación de Temuco cuando regresó.
Las saetas verdes, seleccionado de Temuco, era famosa en todo el país: Meyer y Córdoba, Bernedo Moretti y Lobos. Cuando el colegio San José inauguró su nuevo gimnasio, fuimos anfitriones del mundial de basquetbol. Jugó allí Rusia, encabezada por el gigante Krumich, México con su volante derecho Escalera. Brasil y creo que Canadá. Fue una gran fiesta para toda la ciudad.
Asociábamos el basquetbol con el nombre del Instituto “San José”; recuerdo que mucho nos dolió cuando le cambiaron de nombre y le pusieron Colegio La Salle. En esa época el basquetbol femenil cobraba mucha relevancia. Recuerdo algunas estrellas como Ismenia Puchrad, Katty Meyer y otras
También había otros eventos deportivos que nos sacaban del aislamiento cada año. Recuerdo las carreras de auto, que pasaban por Temuco, encabezadas por Lorenzo Varoli. Nuestro ídolo era el chileno Papín Jara. Ese fin de semana de carreras de auto dejaba inspirados a muchos temuquenses, como los Petersen, Urzúa, Westermeier a que se sintieran Varoli y apretaran el acelerador a fondo en los caminos de ripio a Radal o a Labranza.
Un evento de menor categoría, pero muy arraigado en Temuco era la maratón del 21 de mayo; ida y vuelta de la plaza a Maquehue. Asistí varias veces (mirando) porque allí corría uno de los trabajadores del Fundo Maipo, don Julio Sepúlveda (…. échale Julio íbamos a gritarle los maipinos)
Fue muy importante para la región cuando el fútbol temuquense llegó a primera división. El Green Cross. Jugaba en la Cancha del Bajo, detrás de la Iglesia del Corazón de María, bajando una serie de escalones, cruzando la línea del tren. Hubo jornadas muy emocionantes. El delantero temuquense, Teodoro Blashke, que corría rapidísimo y anotaba muchos goles.
La euforia máxima se vivió en 1962 con el mundial de Chile. Allí don Carlos Dittborn tuvo grandes logros con la construcción del Estadio Municipal
Algo no deportivo, religioso, que ocurrió en esos tiempos y que nos dejó profunda huella fue la visita al Colegio del Cardenal José María Caro (ya estaba viejito) y un evento político que fue la visita del Presidente Ibáñez a poner la primera piedra de la IANSA, lo que nunca se construyó porque se la llevaron a Los Ángeles.