Rodrigo Navia Diez, Vicerrector de Investigación y Postgrado Universidad de la Frontera
La gestión de los residuos en Chile y en La Araucanía se ha convertido en un problema relevante, tanto desde el punto de vista sanitario como económico. Actualmente en Chile se generan alrededor de 23 millones de toneladas de residuos al año, de los cuales 8 millones son residuos sólidos municipales y poco más de la mitad de estos corresponde a residuos orgánicos.
En Temuco la crisis se agudiza, considerando que se generan más de 350 toneladas de residuos a diario y que no existen rellenos sanitarios en la zona, por lo que los residuos deben ser trasladados a un vertedero de Los Ángeles con un costo de 8.500 millones anuales.
Pero esta situación que constituye un problema hoy, bien podría ser una oportunidad para nuestro territorio, si se logra gestionar de forma eficiente los residuos sólidos domiciliarios. En un contexto global donde se habla de la cuarta revolución industrial, de crecimiento de la población y de crisis climática, es necesario concretar acciones que permitan a la sociedad un desarrollo sustentable.
En esa línea, una posibilidad concreta es conectar la economía circular a la gestión de residuos. Eso se logra considerando la valorización material y energética de los mismos. Para ello, lo primero que tenemos que visualizar -de acuerdo a nuestra normativa y a la jerarquía en la gestión de residuos- es el reciclaje de cierto tipo de residuos (como plásticos, papeles y cartones, vidrio y metales) en los flujos de fabricación de nuevos materiales. La fracción orgánica húmeda debiera ir a tratamiento (compostaje) y estabilización para usos diversos y los residuos restantes a valorización energética. De esta forma se minimizaría la fracción que va a disposición final.
Lamentablemente hoy en nuestro país el 99% de los residuos va directamente a disposición en rellenos sanitarios o vertederos. Este es un problema que tenemos que abordar desde lo local y desde la ciudadanía, en primera instancia generando conciencia y, en segunda, implementando soluciones del tipo recolección selectiva en al menos dos fracciones: la fracción orgánica húmeda -que son nuestros propios residuos como los restos de comida- y, por otro lado, una fracción seca -que incluya plásticos, vidrios, metales y papeles y cartones, los cuales puedan ser procesados y separados. Este primer paso permite recuperar una fracción orgánica que es compleja de recuperar y también separar la fracción seca para reciclaje.
La oportunidad también se visualiza desde el punto de vista de los gases de efecto invernadero generados. En efecto, con un 99% de nuestros residuos sólidos municipales disponiéndose en rellenos sanitarios, se produce su degradación anaeróbica, generando gases como metano y dióxido de carbono, los cuales provocan un efecto invernadero. Se sabe hoy que la actual forma de gestionar nuestros residuos sólidos municipales es responsable de entre un 3 y un 4% de los gases de efecto invernadero en nuestro país, entonces en un concepto de economía circular, si logramos manejar de manera distinta estos residuos también tendremos la posibilidad de bajar la generación y el impacto de los gases de efecto invernadero.
Así, conectando economía circular con la gestión de residuos, podremos avanzar a una escala comunal en desarrollo sostenible, en beneficio de los ciudadanos y el medioambiente.