Un conocido pensador en el conocido y clásico mundo griego fue el filósofo Heráclito de Éfeso, quien aseguraba que el devenir de las cosas es lo más real, lo más propio de cada ser; porque nada puede permanecer inalterable en el tiempo, como si todo fuera siempre igual. Su célebre frase “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”, hace alusión a ese fluir permanente de las cosas. Lo que, sin duda, hemos experimentado de forma aplastante durante todo este último tiempo. Y es que la Pandemia del Covid 19, no sólo es una enfermedad nueva u otra plaga que se suma a todas las que históricamente han puesto en riesgo la existencia de la humanidad y el destino del mundo, sino que ésta nos ha hecho cambiar o por lo menos nos ha impelido a ese “cambio”. Es más, incluso, se ha llegado a hablar desde el punto de vista sanitario y social de “una nueva normalidad”, o sea una normalidad cambiada, porque ya nada es lo mismo.
Y esos cambios van desde el modo de saludarse, al modo de estudiar, al modo de reunirse socialmente, al modo de trabajar o “teletrabajar”, al modo de participar en ceremonias; lo único que no cambia es el modo “típico chileno” de saltarse controles, o no respetar cuarentenas. Pero, en líneas gruesas “cambia todo cambia”. En efecto, algo que cambia no siempre es igual, aunque retornase la “antigua normalidad”, por más que se intente volver a lo previo. ¿Se ha preguntado Ud., que esa zoombica vida de este período puede ser una especie de profecía cumplida de que el reflejo de lo “supersónico”, tarde o temprano llegaría? y no como una alternativa a lo presencial, sino como un modo tan legítimo como éste. Lo que va más allá de estudiantes siguiendo una clase on line, sino de una hora médica, o una terapia psicológica. Es evidente que los cambios son siempre necesarios para enfrentar nuevos escenarios, pero esos mismos escenarios serán transformados por un ser humano postpandémico que, tal vez, seguirá en su casa trabajando, y en la espera de cubrir necesidades en forma “deliverica”, por decirlo a la chilena. Es que nada será igual, sobre todo cuando el virus ha arrebatado tantas vidas, y tantas vidas ya no son iguales antes que una vez más el ser humano se viera amenazado por un microorganismo que ha resultado ser tan potente como si fuera una bomba atómica.
Espero que el cambio también nos transforme como una sociedad más fraterna, con una mentalidad nueva, porque lo mejor está por venir; cambios en la carta magna de la nación, pero como el río sigue su curso sin pausa, aún hay mucho por hacer para que nos salvemos, no solo de este virus sino de la infección del egoísmo, la falta de solidaridad, o la indiferencia, para que realmente todo cambie, porque lo que no se cambia hoy, con el esfuerzo de todos tendrá que cambiar mañana.